Añañuca, de Gabriela Etcheverry, ilustrado por Jillian Lim.
Ottawa: Qantati Junior, 2010.
El 29 de septiembre de 2010 se presentó el libro Añañuca en la Biblioteca Pública de Ottawa. Este evento fue el primero de una serie de lanzamientos de libros de autores hispano-canadienses que la Red Cultural Hispánica ha organizado para este año con el auspicio de la biblioteca. Carmen Gloria Urbina, en calidad de moderadora, enmarcó el evento en la larga tradición de la comunidad hispano-canadiense en el uso de la biblioteca pública para niños y adultos y luego John Edward Phillips dio la bienvenida a los presentes a nombre de la biblioteca.
Teniendo como telón de fondo las hermosas ilustraciones de la artista de Ottawa, Jillian Lim, lo que demuestra lo productiva que puede ser la interculturalidad, se dio paso a lecturas del libro en español (Glenda Miralles), francés (Yvonne Klintborn) e inglés (Laura-Sam Lim y Cristina Sepúlveda). El acto finalizó con canciones de Manú acompañado en guitarra por Patricio Ponce.
Esta nota se basa en una entrevista informal que le hiciera a la autora, Gabriela Etcheverry con posterioridad al lanzamiento:
AM. Bueno, qué te motivó a escribir esta historia-leyenda.
GE. La respuesta a tu pregunta es casi otra historia. En el año 1957 hubo en la región de Coquimbo (norte chico de Chile) un aluvión: lluvias torrenciales con fuertes vientos que duraron casi una semana. Te puedes imaginar la devastación que causó en una zona donde la gran parte de las viviendas eran de adobe. En fin, la historia completa es objeto de uno de los relatos que aparecen en mi libro El árbol del pan y otros cuentos. Vivíamos en la parte más alta del cerro La Cruz donde no crecía nada que no fueran piedras, grillos y alacranes. El único árbol en millas a la redonda era el gomero del vecino y el aguacero inusual hizo florecer ese año el desierto en una multitud inimaginable de flores de todos colores y tamaños (añañucas* de fuego, lirios del campo, azulillos, entre muchas otras). En medio de la maravilla que es el desierto florido desapareció mi hermana mayor de 17 años, a quién quería mucho y que era realmente una belleza. Tenía muchos admiradores, aunque nunca tantos como Añañuca. Abrumada por el estado de cosas postaluvión se había ido a trabajar de profesora primaria a El Salvador (norte grande de Chile), pero en mi cabeza de cabra chica su ausencia quedó para siempre asociada a la aparición de esa flor única que como ella, le daba vida a ese desierto que era mi familia en ese tiempo.
AM. Entonces Añañuca, la joven que termina convertida en flor, no es una leyenda de la región de Chile de donde tú eres.
GE. Marcela Durán me hizo la misma pregunta y me fui derecho a Google donde de hecho encontré una leyenda que no tiene nada que ver con la mía. Es la típica historia de la mujer que se muere de pena después que su hombre la abandona, en este caso un pirquinero más interesado en perseguir la veta del oro que en echar raíces. Yo quería algo distinto. Me pasé una buena parte de la vida escuchando llantos de mujeres por hombres y eso me dejó las tripas revueltas. Para mi historia quería una joven que le interesara más aprender que enamorarse y casarse. Más que el clásico estereotipo de mujer bonita, el atractivo de mi Añañuca proviene de su juventud (todas las jóvenes son hermosas) y de su anhelo de ser libre para explorar y conocer el mundo.
AM. Mira, cuando leí el cuento me pareció que no era un cuento exclusivamente para niños.
GE. Con poco acceso a libros, los escasos cuentos que pude leer de niña me acompañaron hasta grande y uno de ellos fue “Dan-Auta”, de José Ortega y Gasset. De ahí me quedó la idea de que un cuento que trate de cosas esenciales de la vida puede ser de interés para todas las edades.
AM. Durante el lanzamiento, la persona que hizo las magníficas ilustraciones del libro habló del desafío que significó hacerlas sin ninguna guía de parte tuya.
GE. Es verdad. Para mí esa era la primera prueba de la reacción que el cuento provocaría en un lector que no conociera nada de lo que yo había escrito. Jillian Lim, la ilustradora, no sabe español. La única guía que le di fue que tenía que arreglárselas para crear una protagonista que fuera a la vez niña, mujer y flor. Me intrigaba lo que ella produciría por el hecho de que el cuento venía de una cabeza acostumbrada a otros paisajes y a otros condicionamientos vitales. Lo que hizo Jillian fue una recreación visual del cuento desde su óptica canadiense y yo quedé absolutamente satisfecha con este nuevo mestizaje, dado que el cuento es bilingüe. Hay una versión inglés-español y otra francés-español.
Bueno, terminamos el café y nos dirigimos cada uno por nuestro lado a cumplir con LAS TAREAS DEL DÍA, que no por ser otoño, en Ottawa, y por lo tanto equivalente a los días más álgidos de nuestros inviernos del Sur, dejan de imponer sus necesidades sobre nuestras vidas de escritores. Pero esta minientrevista y conversación con Gabriela Etcheverry fue vigorizante para los dos (espero).
de Arturo Méndez Roca para EcoLatino
Ottawa, octubre 2010
* La añañuca de fuego (Phycella ignea) es una flor que se da en la región más bien desértica del norte de Chile entre Copiapó y Coquimbo.